lunes, 16 de julio de 2012

O catolicismo o liberalismo: No es posible la conciliación.




“La última proposición condenada en el Syllabus dice lo siguiente:
El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo, y la civilización moderna.
Condenada esa proposición como errónea, resulta verdadera la contraria, o sea que el Romano Pontífice ni puede ni debe reconciliarse, ni transigir con el progreso, con el liberalismo y con la civilización moderna. El catolicismo, pues, del que el Papa es el jefe y cabeza, no puede reconciliarse con el liberalismo; son incompatibles. Esta condenación solemne es ya suficiente prueba para todo católico; empero, a mayor abundancia, citaremos lo que más hace al caso de la Alocución y del Breve que dijimos.
El 17 de septiembre de 1861 después del decreto relativo a la canonización de los veintitrés mártires franciscanos del Japón, dijo Pío IX lo siguiente:
En estos tiempos de confusión y desorden, no es raro ver a cristianos, a católicos –también los hay en el clero- que tienen siempre las palabras de término medio, conciliación, y transacción. Pues bien, yo no titubeo en declararlo: estos hombres están en un error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia…Así como no es posible la conciliación entre Dios y Belial, tampoco lo es entre la Iglesia y los que meditan su perdición. Sin duda es menester que nuestra fuerza vaya acompañada de prudencia, pero no es menester igualmente, que una falta de prudencia nos lleve a pactar con la impiedad…No, seamos firmes: nada de conciliación; nada de transacción vedada e imposible.
El Breve que hemos prometido citar, es el que el mismo Pío IX dirigió al presidente y socios del Círculo de San Ambrosio de Milán en 6 de marzo de 1873, donde dice lo siguiente:
Si bien los hijos del siglo son más astutos que los hijos de la luz, serían sin embargo menos nocivos sus fraudes y violencias, si muchos que se dicen católicos no les tendiesen una mano amiga. Porque no faltan personas que, como para conservarse en amistad con ellos, se esfuerzan en establecer estrecha sociedad entre la luz y las tinieblas, y mancomunidad entre la justicia y la iniquidad, por medio de doctrinas que llaman católico-liberales, las cuales basadas sobre principios perniciosísimos adulan a la potestad civil que invade las cosas espirituales, y arrastran los ánimos a someterse, o a lo menos, a tolerar las más inicuas leyes, como si no estuviese escrito: ninguno puede servir a dos señores. Estos son mucho más peligrosos y funestos que los enemigos declarados, ya porque sin ser notados, y quizá sin advertirlo ellos mismos, secundan las tentativas de los malos, ya también porque se muestran con apariencias de probidad y sana doctrina, que alucina a los imprudentes amadores de conciliación, y trae a engaño a los honrados, que se opondrían al error manifiesto.
(…) Yo, haciendo mías las palabras de Pío IX, y aplicándolas a nuestra actual situación, concluyo este apartado diciendo: Nos hallamos en días de confusión y desorden, y en estos días se han presentado hombres cristianos, católicos –también un sacerdote- lanzando a los cuatro vientos palabras de término medio, de transigencia, de conciliación. Pues bien, yo tampoco titubeo en declararlo: esos hombres están en un error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia. No es posible la conciliación entre Jesucristo y el diablo, entre la Iglesia y sus enemigos, entre catolicismo y liberalismo. No; seamos firmes: nada de conciliación; nada de transacción vedada e imposible. O catolicismo o liberalismo. No es posible la conciliación.”

San Ezequiel Moreno, Pasto, Colombia, 29 de octubre de 1897.